ACLIMATACION EN ALTURA
¿FALTA DE OXÍGENO? ERROR DE CONCEPTO
En contra de la creencia establecida, hay que tener presente de una vez por todas que no hay menos cantidad de oxígeno en altitud que a nivel del mar. Entonces, ¿si hay el mismo oxígeno en la cumbre del Everest que en cualquier playa de nuestras costas, porqué nos vemos privados de él allá arriba?: porque lo que realmente varía de forma sensible es la presión atmosférica.
A nivel del mar, la concentración de oxígeno en el aire se sitúa en torno al 21%, y el barómetro nos marca un valor correspondiente de 760 mmHg (léase milímetros de mercurio) en lo que se refiere a su presión atmosférica. A medida que ganamos altura, ese 21% de oxígeno se mantiene presente, pero la menor presión atmosférica provoca que el número de moléculas de oxígeno que recibimos en cada gesto de respiración se vaya reduciendo.
Por ejemplo a 3.700 m. de altitud, es decir, sobre el nivel del mar, la presión es ahora tan sólo de 483 mmHg y recibiremos en nuestros pulmones un 40% menos de oxígeno en cada inspiración, con independencia de que nos hallemos en reposo o en movimiento. Siguiendo esta progresión descendente, que no llega a ser del todo inversamente proporcional con la ganancia de altitud, a poco más de 5.000 m. recibimos un 50% menos de oxígeno, a 7.000 m. un 60%, mientras que a 8.000 m.
la carencia es de un 65 %. Resumiendo, no es la concentración del preciado gas la que importa cuando respiramos, sino la presión con la que éste nos llega a nivel de los alvéolos pulmonares, donde se produce el intercambio gaseoso con las células encargadas de captarlo, o glóbulos rojos.
De forma ineludible, esta rarefacción en el ambiente que respiramos va a producir una hipoxia celular en nuestro organismo con una clara sintomatología: sensación de fatiga, dolor de cabeza, apatía, falta de apetito, insomnio y a veces vómitos... De momento no hay que preocuparse mucho, son las señas de identidad del MAL AGUDO DE MONTAÑA (MAM) que, lejos de considerarse una maldición o fatalidad inmerecida, tenemos que pasarlo todos sin excepción cuando participamos en trekkings o expediciones en altitud.
De forma ineludible, esta rarefacción en el ambiente que respiramos va a producir una hipoxia celular en nuestro organismo con una clara sintomatología: sensación de fatiga, dolor de cabeza, apatía, falta de apetito, insomnio y a veces vómitos... De momento no hay que preocuparse mucho, son las señas de identidad del MAL AGUDO DE MONTAÑA (MAM) que, lejos de considerarse una maldición o fatalidad inmerecida, tenemos que pasarlo todos sin excepción cuando participamos en trekkings o expediciones en altitud.
Otra cosa es el grado de repercusión que el MAM va a tener sobre nuestro futuro en la actividad en cuestión, y ahí tenemos que intervenir nosotros. Según la francesa Association pour la Recherche en Physiologie de L'Environnement (ARPE), una persona de cada dos es afectada en forma manifiesta por el MAM, y una de cada cien puede presentar complicaciones graves en forma de edema pulmonar y/o cerebral. Fotos: Aconcagua y Everest dos montañas altas donde es frecuente encontrarse con problemas de altura, debido a la afluencia masiva de personas en las épocas propicias para su escalada.MAL AGUDO DE MONTAÑA Y SUS ESCALAS DE GRAVEDAD: ¡NO LO DISIMULÉS!
Los síntomas del MAM suelen presentarse en forma progresiva durante las primeras horas tras la llegada a una cota alta. Tienden a aumentar su intensidad durante la noche, cuando la frecuencia respiratoria es más baja. Una actividad normal, entendiéndose por normal tranquilidad y nada de esfuerzos, no tiene por qué verse interferida mientras los síntomas remiten poco a poco hasta desaparecer entre 2 y 4 días de permanencia a la misma cota, señal inequívoca de aclimatación a esa altitud. Hemos superado un MAM benigno y podemos ahora plantearnos la superación lenta y progresiva de nuevas etapas más altas.
Ahora bien, si la sintomatología típica inicial se mantiene insistente más allá de esos primeros días, es evidente que la aclimatación correspondiente aún no ha sido completa. Si el descenso no es complicado o está próximo, la pérdida de altitud conllevará la desaparición de los trastornos y un favorecimiento del proceso. En caso contrario, se puede aguantar a la misma cota, ¡pero sin subir más!, para evitar la aparición del MAM grave en sus dos posibles y temibles manifestaciones: Edema Pulmonar de Altitud (EPA) y Edema Cerebral de Altitud (ECA).
EPA: por razones que desde un punto de vista médico aún no han sido del todo bien entendidas, la disminución de la presión atmosférica causa un escape hacia el exterior de fluidos a nivel de vasos capilares, que puede inundar en mayor o menor medida los pulmones, impidiendo el intercambio gaseoso imprescindible para la vida. Puede haber sensación de ahogo y respiración ruidosa, cianosis (labios u orejas se ponen amoratados o azulados), expectoración espumosa, a veces rosada. Puede acontecer durante la noche, tras una jornada de esfuerzos sobredimensionados.
ECA: por idénticos o parecidos motivos a los del EPA, en este caso es el tejido cerebral el que va a verse inflamado por escape de fluidos. Vómitos incontrolables y debilidad extrema, aunque no siempre, fuerte dolor de cabeza que no calma un analgésico, descoordinación, vértigos y trastornos del comportamiento, pequeñas hemorragias visibles en los globos oculares, estado de coma. Suele sobrevenir tras una prolongada estancia (más de una semana) a gran altitud (por encima de los 6.500 m.).
En ambos casos el riesgo es de muerte y la urgencia por tanto extrema, el descenso es imperativo (perder al menos entre 600 y 1000 m. de desnivel) ya sea en forma de evacuación, o de cámara hiperbárica, o de ambos recursos bien combinados con la administración de oxígeno artificial.
De forma más benigna, el exceso de líquido en el organismo puede antes manifestarse también como hinchazón general en toda la cara. Para prevenir o tratar los edemas se emplean fármacos de acción diurética (aumento de secreción urinaria para eliminación de exceso de líquidos) como la acetazolamida.
Es más importante de lo que parece comunicar a los compañeros la aparición de cualquiera de los síntomas apuntados. Rick Curtis (Univ. Princeton) afirma que el MAM es considerado un problema neurológico causado por cambios en el sistema nervioso central. Muchas personas tienden a disimular sus trastornos o a achacarlos a otras causas: ¡gravísimo error!.
Los mejores alpinistas pueden presentar MAM como expertos marineros pueden marearse en la mar. Organizaciones como la francesa ARPE o el IEMM de Barcelona coinciden a la hora de recomendar el siguiente protocolo de valoración del MAM tendente a clarificar la gravedad de los trastornos relacionados y una actitud práctica frente a los mismos:
1 punto cada síntoma: dolor de cabeza, náuseas, pérdida de apetito, insomnio, vértigo.
2 puntos cada síntoma: dolor de cabeza resistente a la aspirina, vómitos.
3 puntos cada síntoma: disnea en reposo, fatiga anormal, disminución en la secreción urinaria, incoordinación.
2 puntos cada síntoma: dolor de cabeza resistente a la aspirina, vómitos.
3 puntos cada síntoma: disnea en reposo, fatiga anormal, disminución en la secreción urinaria, incoordinación.
Puntuación Gravedad Tratamiento
1 a 3 Leve Analgésico
4 a 6 Moderado Analgésico, reposo y postponer la ascensión.
más de 6 Severo Alarma EPA/ECA, descenso. Fotos: izquierda. Mina de cobre junto al poblado habitado permanentemente más alto del mundo situado a 5.600 m junto a la cumbre del Aucanquilcha (Chile). derecha. Los pueblos andinos, como los bolivianos y peruanos acostumbrados a vivir permanentemente por encima de los 3.500 o 4.000 m.
DECÁLOGO PARA UNA BUENA ACLIMATACIÓN.
Cada consejo presente aquí debajo no es un axioma en sí mismo, hay que considerarlo en interrelación con los demás dentro de un contexto sujeto a multitud de variables, donde de entrada habrá que distinguir entre un trekking (carácter "nómada") y una expedición (campo base estable). Como dice el conocido ochomilista Oscar Cadiach, "tu organismo es el único al que no puedes engañar".
Los habitantes de los pueblos que viven en alturas superiores a la media, como los tibetanos o los bolivianos por ejemplo, muy probablemente podrán prescindir en alguna medida de las pautas a seguir para aclimatarse que se darán a continuación. Pero incluso estos pobladores de la altura nunca tienen asentamientos por encima de los 5.500 m.s.n.m, lo que significa a las claras que tampoco podrán evitar la aclimatación si pretenden subir a alturas superiores a los 6.000 aproximadamente.
No es casual que no se encuentre en el planeta a ningún ser humano viviendo de forma permanente por encima de los 5.500 m.s.n.m: nuestro cuerpo no está preparado para sobrevivir por demasiado tiempo en lugares donde la presión atmosférica es sensiblemente menor a la que se encuentra a nivel del mar.
Sin embargo, la coronación por más de un ser humano de los lugares de la superficie terrestre más altos que se conocen sin usar botellas de oxígeno, demuestra que si le damos un tiempo prudencial a nuestro cuerpo, este puede adaptarse lo suficiente como para garantizar nuestra supervivencia en condiciones óptimas en estas altas cotas (5.500 a 8000+ m.s.n.m) durante un relativamente corto período de tiempo.
Debemos habituar entonces no sólo la expedición y/o excursión a altura a estos factores, sino también y sobre todo prestar atención a nuestra actitud del día a día para adecuarnos sin problema a los tres factores mencionados, es decir, para aclimatarnos sin mayores inconvenientes.
Tanto los bolivianos, los tibetanos o los peruanos (por poner algunos ejemplos de culturas que cuentan con habitantes en altura), tienen un ritmo de vida lento y pausado, sin prisa, que el vivir en altura implica tanto física como psíquicamente. La vida en altura debe imitar en el ritmo y parsimonia a los pobladores locales, que no por nada junto con sus antepasado hace miles de años que se desenvuelven en la altura sobreviviendo, y que incluso en más de una ocasión han llegado a las cumbres más altas del planeta, por más que la historia del montañismo, la historia occidental (que es la historia que domina el mundo) no lo registre, y tenga en sus anales principalmente a europeos como los merecedores del los honores de las ascensiones absolutas o primeras ascensiones a las montañas de los continentes americano y asiático durante el siglo XX. Nuestros respetos a estos desconocidos, incas, mapuches y sherpas entre otros, que seguramente son los primeros exploradores humanos de las alturas.
La aclimatación no es optativa, es absolutamente imprescindible, lo que significa que los días de reposo y la actitud pausada hasta adaptarnos a cada cota de altura también lo son.
1- Mantenerse lo suficientemente alto como para que el cuerpo estimule correctamente sus mecanismos de defensa para la aclimatación. Importante para elegir la altitud de un campo base. (Ej.: para una cumbre en torno a 7.000 m., campo base ideal entre 4.800 y 5.200 m....para una cumbre de 6.000 m, el campo ideal estaría entre los 4.200 y 4.500 m).
2- No ascender demasiado rápido por encima de 3.500 m.: media de 400-500 m./noche para una actividad de más de tres días ascendiendo; o no más de 700 m. para un día si el siguiente va a ser menos exigente.
3- No es tan importante el punto más alto alcanzado durante la jornada como la altitud a la que bajaremos a descansar al final de la misma (fase de reposo=noche).
4- El clásico perfil de ascensión en "diente de sierra" favorece la aclimatación si no se acompaña de esfuerzos excesivos y sí de períodos de reposo en el campo base, tras estancias de más de una noche sobre los 7.000 m. o de más de dos sobre los 6.500 m.
5- El perfil de ascensión basado en "dar el tirón", es decir, intentar la cumbre desde un punto más bajo del normal y luego descender a dormir lo más bajo posible, reduce el período de aclimatación inicial y el número de noches en altitud en beneficio de la fase de aclimatamiento (ver siguiente recomendación), pero comporta altos riesgos y sólo es recomendable para alpinistas muy experimentados en altitud, que ya utilizaron el sistema "dientes de sierra" y que normalmente han pasado, justo antes de empezar la expedición, al menos dos o tres semanas por encima de 4.000 m. sin hacer nada especial.
6- Tras la fase inicial de ACLIMATACIÓN, donde el tiempo juega a nuestro favor, sobreviene la de ACLIMATAMIENTO, fase óptima entre 1-4 semanas donde nuestro organismo podrá realizar el máximo esfuerzo en estado de buena forma (aunque por encima de 7.000 m. ésta última fase se manifiesta en menor medida).
7- Tras la fase de ACLIMATAMIENTO sobreviene la de DEGRADACIÓN, donde el tiempo juega en contra nuestra. Nuestro organismo se agota progresiva e irremisiblemente por esfuerzos cada vez menos intensos.
8- No permanecer mucho tiempo a alturas extremas. Se habla de una línea, que suele colocarse en torno a los 6.500 m., a partir de la cual el organismo ya no se repone por mucho descanso, bebida o comida que pudiera recibir. En la Tierra no hay ningún asentamiento humano permanente por encima de 5.500 m. No es infrecuente encontrar casos donde se manifiestan dolencias, incluso cardíacas, que en altitudes más normales no se detectan.
9- Si hay una obsesión que nos interesa tener, esta es la de beber, pensando en mantener unos niveles de hidratación superiores a los normales. Se recomienda ingerir unos 5 litros diarios de agua (ya sabemos que es díficil hacerlo, sobretodo durante la actividad, pero es fundamental!!).
10- A la hora de ascender todo lo anterior puede resumirse en: "NI DEMASIADO RÁPIDO, NI DEMASIADO PESADO (peso de la mochila), NI DEMASIADO ALTO". Fotos: izquierda. Campo de altura en el Illimani (Cordillera Real. Bolívia). derecha. Cumbre del Kilimanjaro, techo del continente africano (5895 m).